Comienza la universidad y nos sentimos inseguros y tímidos; pero no te preocupes, es muy fácil enamorarte siguiendo estos consejos.
Llamar la atención de la persona
Mostrar interés haciendo preguntas: ¿Cómo estás? ¿De dónde eres? ¿Qué trabajo tienes? ¿Has oído hablar de…? Sabías…?
Una de las técnicas más efectivas en las que también podemos hacer esto es el uso constante y adecuado del nombre de la otra persona. En su libro “Cómo ganar amigos e influir en las personas”, Dale Carnegie nos recuerda que no hay palabra más dulce y agradable que el propio nombre de cada uno. Entonces, si quieres captar el interés de la otra persona, puedes comenzar por iniciar a las personas por su nombre en un tono amistoso.
Muestra tu vulnerabilidad lo antes posible
Cuando estás seguro de que te encontrarás con esa persona a menudo, es hora de aprovechar la vulnerabilidad.
Muchas personas creen que uno no debe abrirse demasiado al comienzo de una relación o que muestra debilidades. Lo más importante es tener confianza y seguridad para que los demás puedan confiar en ellos, ¿no?
Sé su espejo
Es importante hacer coincidir tus gestos con los de tu interlocutor. Como apunta José Pedro García, “se trata de bailar con la otra persona”. Haga coincidir el tono, el tempo, el ritmo y las palabras con la otra persona. “Esto solo se hace en la primera fase de la relación. Si la persona se para en una pierna, yo me paro en la otra. Si te tocas el pelo, tócate la cara. Si tiene los brazos cruzados, cruzo los brazos. Se trata de que sea el mismo baile”, insiste García. Hay circunstancias en las que esta adaptación es muy útil. Por ejemplo, cuando un cliente llama indignado a una empresa, la respuesta correcta del intermediario es ponerse en su lugar, pero en un tono un poco más alto. Cuando el cliente entiende que lo entendemos, es el momento de bajar el tono. “Combinar nuestros gestos y tono con los gestos del mediador es adherirnos a su mapa del mundo y así logramos una conexión con él”, concluye García.
Cuando estamos hablando con alguien es bueno de vez en cuando repetir lo que nos dijo con sus propias palabras: eso le hace entender. Repetir lo que se dice no tiene el mismo efecto que las mismas palabras. Esta repetición tiene un efecto muy positivo porque demuestra que escuchamos y entendimos lo que se nos dijo. Entonces, si alguien nos dice: «Este verano me voy a la costa a tomar el sol», no podemos repetir «Así que este verano te vas a la playa a broncearte», porque puede ser que van a la costa. un pueblo con acantilado pero sin playa y que no quiere ponerse al sol para broncearse pero con receta médica. Es un ejemplo muy básico, pero muestra gráficamente cuántos significados puede tener una oración. Entonces, si repetimos exactamente lo que nos dijo, le transmitimos una comprensión completa de sus palabras.