Cuando se pronuncian ciertas palabras, a veces son como tablones de madera desvencijados que, como los restos de un naufragio que sufre un violento impacto, resbalan, lastiman nuestros labios. Astillados y rotos, no sólo laceran nuestra carne a su paso, dejándonos el sabor férreo de la sangre, sino también el impacto de quien los escucha y el riesgo de desgarrarnos. Y se pegan y duelen. Pero las palabras en sí no son la fuente del dolor, sino las cosas a las que nos queremos referir. Y entonces, para respetar y cuidar a la otra persona, se elige otra forma de nombrar la cosa, de lo contrario, se lacera. Y llamamos lo mismo a otra cosa o le damos una vuelta de tuerca o volvemos a contar.
Otras veces la palabra nos incomoda, no por el daño que causa sino por el pudor que despierta en quien la dice o en quien la escucha, nos deja sabor a barro en la boca. . Y nos disponemos de nuevo a pensar en otra forma de decir lo mismo, más modesta y menos obscena. Llamamos a este procedimiento, en un caso y en otro, eufemismo: decir bien, de una manera hermosa (del griego «eú», «bien» y «fema», «hablar» o «decir»), lo que su se dice que el nombre es grosero, doloroso, obsceno o rudo. Entonces tenemos que enfrentarnos a un término que se considera tabú para reemplazar un término que no debe ser pronunciado (así, por ejemplo, blasfemia), en el caso de otro término. Su función, por tanto, es nombrar una cosa desagradable o los efectos desagradables de una cosa de forma más asimilada, si duele, o si es aceptable o moderada, si incomoda o si se considera grosera.
¿Cuál es la importancia de llamar a las personas por su nombre
¿Alguna vez te has sentido invisible o tratado como si no existieras? Probablemente si. Todos nosotros hemos tenido esa sensación en algún momento de nuestras vidas. Ahora, imagina que en lugar de sentirte así, te sientes apreciado y reconocido. ¿Cuál es la diferencia? Cómo nos tratan. Y una de las formas en que podemos hacer que las personas se sientan apreciadas y reconocidas es llamándolas.
Llamar a las personas por su nombre es un acto básico de cortesía, pero también es mucho más que eso. Es una manera de mostrar respeto y hacerlos sentir importantes. Cuando nos dirigimos a alguien por su nombre, estamos reconociendo su existencia y existencia. Y eso es algo que todos queremos.
El compromiso de nombrar a nuestra pareja
Para algunas personas, decir el nombre de su pareja es «una declaración pública al mundo de que, de hecho, son una pareja. El hecho de no nombrar a nuestra pareja en conversaciones ajenas, puede significar una falta de compromiso serio.